Cuando nos referimos a “Dojo” por lo general queremos denominar a un lugar donde se practica la meditación zen o diversas artes marciales. 

Sin embargo, muchas veces no nos detenemos a pensar en qué queremos decir cuando hablamos de “Dojo”. 

“Dojo” es un concepto japonés que se compone de dos kanji:

Do (道) – que significa “camino”.
Jo (場) – que significa “lugar”.

Es un concepto bastante amplio de definir, pero tradicionalmente se considera a un dojo como un lugar donde se busca un camino y la meditación junto con las artes marciales son vehículos para transitar este camino espiritual. 

En este lugar adquirimos conocimientos que nos sirven para seguir el camino espiritual (do) y la práctica continua nos permite perfeccionar estos aprendizajes. 

No obstante, cuando hablamos de camino espiritual muchas veces esto se confunde con doctrinas religiosas. En el dojo no seguimos una religión, sino que buscamos la educación y el refinamiento de nuestro espíritu. No se trata de ninguna doctrina religiosa, lo único que se necesita para practicar es estar espiritualmente abierto y tener ganas de mejorar.

Cuando saludamos al entrar y al salir del dojo lo hacemos como una señal de respeto al mismo espíritu de energía universal que se encuentra en nosotros y en todas las cosas.

El dojo es un lugar que proporciona el encuentro entre un maestro y un alumno quienes se fusionan para que ocurra el prodigio de la comunicación de alma a alma. Esta es la razón por la que tratamos al dojo con amor, como si fuera nuestra propia casa. Lo protegemos porque somos parte de él, de este espacio que nos impregna con su Ki, con esa energía colectiva que creamos todos los que somos parte del dojo, la misma que nos enseña y nos transforma con todo lo ocurrido antes y después de nuestra llegada.